“Es que mi jefe me estresa…”, “es que mi marido me estresa…”, “es que mi esposa me estresa…”, “Es que no llegar al fin del mes con todos los gastos cubiertos me estresa…”. Desde nuestra perspectiva hay un sinfín de interacciones personales o situaciones que nos resultan desagradables o complejas de manejar y terminamos considerándolas como el origen de nuestro estrés, sin embargo, esto no es del todo real veamos porqué.

El estrés es resultado de un binomio que interactúa en un momento determinado, este binomio está constituido por dos actores centrales: la presencia de un agente estresor y nuestra sensibilidad a dicho agente. Así entonces no es que una persona o situación nos estrese, más bien es que en nuestra forma de percibir el entorno, la persona o situación  se interpreta como un agente estresor. Este es un principio liberador, ya que una buena parte del estrés está en nuestra percepción, punto que veremos en la parte III de ¡Hola Sr. Cortisol!

Ahora bien, el estrés lo podemos entender como una respuesta adaptativa que damos  a las demandas que percibimos del entorno involucrando en ello a todo nuestro organismo, siendo necesario entender cómo es que se presenta el estrés y cómo es que se comporta en el tiempo, ya que esto ayuda al diagnóstico temprano y a su manejo.

El estrés inicia cuando se registra la presencia del agente estresor mediante los sentidos, esta presencia se filtra y procesa construyéndose o programándose la respuesta a dar, con base en experiencias pasadas con estresores similares, para finalmente implementar dicha respuesta que entremezcla lo físico y lo emocional.

La evolución del estrés ocurre de acuerdo con las siguientes fases:

  1. Fase de Alarma: Es la respuesta ante el agente estresor, activando la producción de diferentes hormonas que preparan al cuerpo para la defensa o huida, mediante el incremento de la frecuencia cardiorespiratoria, la dilatación de las pupilas, la disponibilidad de compuestos en el torrente sanguíneo para generar energía, la tensión muscular, el aumento del estado de vigilancia, mayor oxigenación, el incremento en la presión sanguínea, la presencia de sudoración, la sequedad en la boca y se reduce la energía destinada a procesos que en ese momento no son vitales como la respuesta sexual o la del sistema inmunitario, entre otros más.
  • Fase de Resistencia: Si el agente estresor continúa presente, se avanza a la fase de resistencia donde una de las hormonas que se vuelve preponderante es el Cortisol, quien aumentar la glucosa en sangre, a fin de que músculos y cerebro tengan a disposición la energía necesaria para resistir o aguantar al agente estresor. También la adrenalina es secretada para contar con una fuente de energía adicional para usarla en caso urgente. Es por demás decir que todas las manifestaciones orgánicas que aparecieron en la fase de alarma se mantienen sin cambio o con variaciones menores.
  • Fase de Agotamiento: finalmente, si el agente estresor no desaparece y termina por instalarse física y/o emocionalmente, llega un momento en que el organismo queda desbordado y la energía termina por agotarse, las hormonas pierden su efectividad y saturan el cuerpo, lo que termina por generar impacto negativo sobre la salud.

Para entenderlo de mejor forma, imaginemos que somos atletas de natación olímpica y estamos en la final de nado libre. Entramos a la alberca y nos paramos frente a nuestro carril, escuchamos como nos van presentando uno a uno. Tras cuatro largos años de entrenamientos y competencias, ahí estamos, entre los mejores del mundo, todos queremos ganar la preciada medalla de oro. El sólo hecho de estar ahí ya nos tiene en la fase de alerta. Después escuchamos que nos llaman tomar nuestra posición y subimos al banco de salida, nuestro cuerpo entra a la fase de resistencia, tenemos que hacer que nuestro cuerpo aguante el esfuerzo máximo que vamos a dar, hay que administrar bien la energía, nuestro corazón late rápido, la respiración debemos controlarla para no hiperventilar y terminar sofocados. Escuchamos la voz que nos dice “preparados”, entonces nos inclinamos y tomamos con las manos el borde del banco, los dedos se los pies también están en el borde, tenemos el cuerpo tenso, listo para dar el mayor impulso a la salida para llegar lo más lejos posible en el carril y a la voz de ”fuera” toda la fuerza muscular se pone en marcha, regulamos cada brazada, cada patada, todo debe sumar coordinadamente al impulso y velocidad, al término de la competencia, nuestro cuerpo vuelve poco a poco a la normalidad, se agotaron las reservas de energía, el señor Cortisol hizo de las suyas y nos llevó a ganar la presea dorada, la alegría nos inunda.

 Pero ¿qué ocurriría si nos quedamos permanentemente esperando la voz de “fuera”, es decir, nos quedamos sólo con la voz de “preparados”? permanecemos inclinados con el cuerpo tenso, la respiración a punto de desbordarse, pensando de constante en cómo debe ser nuestra salida, como daremos cada brazada y cada patada, pero sin llegar a concretar movimiento alguno que haga desaparecer el agente estresor. Así es seguro que tarde o temprano caeríamos agotados, con contracturas musculares dolorosas y muy probablemente con sofocados.  Algo similar  nos ocurre con el estrés laboral, el entorno nos hace entrar en fase de alerta, nos preparamos para implementar la respuesta pasando a la fase de resistencia, pero si no gestionamos bien o resolvemos adecuadamente nuestra sensibilidad a la presencia del agente estresor, entramos en la fase de agotamiento que termina por volverse crónica, deteriorando nuestra salud física y mental. El señor Cortisol, nuestro principal aliado en la fase de resistencia, se vuelve contra nosotros ya que la presión sanguínea no se reduce, los compuestos que generan energía como la glucosa o los triglicéridos se mantienen en niveles elevados, hay incremento en la acumulación de grasa corporal, el estado de vigilancia o alerta altera nuestro ciclo circadiano, el sistema inmunológico no responde como debe, la respuesta sexual se ve alterada, etcétera.

Pero, ¿cómo identificar que tan estresado me encuentro y como gestionar ese estrés?, esto es algo que veremos en la siguiente entrega de ¡Hola Sr. Cortisol!

Bibliografía:

Daneri, F.M. (2012). Psicobiología del Estrés. Universidad de Buenos Aires. https://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/electivas/090_comportamiento/material/tp_estres.pdf

Duval, F., González, F. y Rabia, H. (2010). Neurobiología del estrés. Rev Chil Neuro-Psioquiat 2010 48(4) pp 307-318 http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272010000500006

Regueiro, A.M. (2019). Conceptos básicos: ¿qué es el estrés y cómo nos afecta? Universidad de Málaga. No. Col.: AO701472. https://www.uma.es/media/files/tallerestr%C3%A9s.pdf

Rivero, G.A. (2024). Cortisol: una hormona clave para la salud más allá de regular el estrés. Gaceta Médica. https://gacetamedica.com/investigacion/cortisol-una-hormona-clave-para-la-salud-mas-alla-de-regular-el-estres/

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